“Son muy caros”: la frase que nos llevó a escribir este texto

Hace unos días recibimos un mensaje de whatsapp bastante curioso de una clienta. No es curioso por el planteo de fondo, sino que por las formas y la agresividad. Además nos llegó como respuesta a una publicación que hicimos anunciando que en Budetex no adherimos ni al Black Friday ni a ningúno de esos eventos de descuentos masivos y si, en cambio, valoramos nuestros productos y a nuestros clientes ofreciendo descuentos y beneficios a la constancia y fidelidad.

No es para nada frecuente para nosotros recibir este tipo de "reclamos". Este mensaje lo compartímos internamente entre el equipo de Budetex, pero me pareció oportuno también compartirlo con ustedes y utilizarlo como disparador para explicarles y compartir como es la realidad del sector y las dificultades y particularidades que nos toca atravesar!

El mensaje en cuestión es el siguiente (ocultamos los datos del cliente por confidencialidad):



La clienta en cuestión nos envió un mensaje que tiene lógica : "sus productos son caros y hace tiempo dejé de comprarles" . Si bien obviamente no opinamos lo mismo, ya que consideramos que los precios de venta son acordes a la calidad y a los costos, entendemos que a mucha gente les puede resultar "caros". Especialmente en comparación a los precios de venta de mismos productos en otros países.

Ante nuestro pedido de mayor información para ver a cuales de nuestros más de 1.300 productos del catálogo se refería, su respuesta diciendo que afuera se consigue más barato y su acusación de que nosotros somos "ladrones" nos hizo reaccionar.

A veces hablamos de “precio” como si fuera lo mismo que “valor”, pero no lo son. El precio es un número: frío, inmediato, fácil de comparar. El valor, en cambio, es todo lo que ese número no muestra. Es la garantía, el servicio, la variedad, la continuidad, la atención personalizada, el asesoramiento, la experiencia en tienda, la experiencia postventa, la posibilidad de reclamar si algo falla, el respaldo de un comercio que existe hoy y seguirá estando mañana. El precio es lo que se paga en un instante; el valor es lo que permanece en el tiempo. Y cuando un producto premium llega a tus manos siguiendo todos los pasos formales, su valor incluye también algo invisible pero fundamental: la sostenibilidad de un sistema que hace posible que estas marcas estén y sigan estando en el país.

No podemos competir contra el contrabando, ni nos corresponde hacerlo. Tampoco podemos competir ante países con menores costos. No es una cuestión moral, sino estructural. Quienes vendemos marcas importadas legalmente jugamos un partido con reglas claras —y pesadas— mientras el mercado informal juega otro completamente distinto. El mensaje de esta clienta se convirtió en el disparador de algo más profundo: la posibilidad de contar qué hay realmente detrás de una aguja que llega de manera legal a la Argentina.

Budetex es distribuidor oficial en el país de todas las marcas que comercializamos. Realizamos venta mayorista y minorista a tiendas de toda la República Argentina. Ademas tenemos nuestras propias líneas de hilados naturales que desarrollmos en Argentina y que exportamos al mundo.

La trama invisible de importar en Argentina

Traer el extenso surtido de agujas, cables, marcadores y accesorios de marcas como KnitPro, ChiaoGoo, Addi, Lantern Moon, Clover, Cocoknits, Tulip, Lykke, etc. no es solo elegir productos y hacer un pedido. Es un proceso largo y exigente que en la Argentina se vuelve especialmente complejo.

La carga impositiva y arancelaria es extraordinariamente alta. Los impuestos y tasas que paga un importador argentino no tienen comparación con la mayoría de los países del mundo. Cada paso suma: aranceles, percepciones, IVA general IVA adicional, anticipos de impuesto a las ganancias, anticipos de ingresos brutos, tasas estadísticas, logística internacional, gastos de transferencia, gastos bancarios despachantes de aduanas, gastos de almacenaje… una cadena que multiplica el costo inicial de cualquier producto importado.

A esto se le suma un problema estructural: la falta de financiamiento. En muchos países, los comercios trabajan con líneas de crédito accesibles para sostener inventarios. En Argentina, la financiación es escasa y con tasas extremadamente altas que en muchos casos multiplican por tres la inflación anual proyectada (no importa en qué momento de Argentina leas esto). Eso significa que cada importación se convierte en una apuesta financiera enorme: el pedido se paga mucho antes de que la mercadería llegue al país, luego hay que esperar el despacho, el traslado a nuestros locales, su exhibición, y finalmente el ritmo natural de venta hasta recuperar la inversión inicial. Durante todo ese tiempo —que puede extenderse por meses— el capital queda inmovilizado, sin posibilidad de rotar, mientras los costos siguen corriendo: impuestos, alquileres, salarios, cargas sociales, reposiciones, logística, mantenimiento. Importar se vuelve así no solo un desafío operativo, sino también un ejercicio permanente de resistencia financiera, donde cada aguja no representa solo un producto, sino una parte del esfuerzo de sostener una estructura completa que funciona aun cuando el retorno económico tarda mucho más de lo que debería.

Y luego está el punto más delicado: el sistema actual de pagos internacionales. Hoy las empresas no podemos pagar anticipado a proveedores del exterior (aún sigue existiendo el cepo para las empresas, como hace más de 2 años); solo se permiten pagos diferidos. No todas las marcas aceptan ese esquema, porque implica enviar productos sin haberlos cobrado. Para poder seguir trayendo las herramientas que nuestra comunidad ama, debemos recurrir a alternativas financieras costosas, dividir envíos, acordar estructuras especiales o asumir riesgos que encarecen todo el proceso. Cada lote que llega a nuestro depósito tiene detrás una ingeniería silenciosa, compleja y, muchas veces, agotadora.

Competir contra el contrabando: dos realidades que no se cruzan

Mientras todo esto sucede, crece un mercado paralelo que no atraviesa ninguna de estas obligaciones. El contrabando planificado, el bagallaje usado con fines comerciales así como el bagallaje de productos traídos del exterior como “consumo personal” generan una competencia que a simple vista parece solo una cuestión de precios, pero que en realidad es la convivencia de dos mundos completamente distintos.

El comercio informal no paga impuestos, no ofrece garantías, no sostiene sueldos ni alquileres, no cumple normativas, no financia logística, no asesora, no acepta pagos en cuotas y no asume riesgos. El comercio formal sostiene todo eso y más. Por eso, cuando alguien compara precios entre ambos universos, está comparando cosas que no son comparables. No es un reproche hacia quienes buscan precio —cada persona compra donde puede o donde le conviene—, sino una invitación a comprender la diferencia estructural entre un producto legal apoyado de un ecosistema de servicios, como los que ofrecemos en Budetex, y uno ingresado sin controles.

Para nosotros, la competencia no es una cuestión de “quién vende más barato”, porque ese terreno siempre será desigual. Preferimos diferenciarnos desde otro lugar: garantía oficial, variedad real, asesoramiento especializado, locales con actividades y un lindo clima, continuidad, atención personalizada, factura, formas de pago, experiencia en tienda. Son valores que no entran en una valija.

Lo que elegimos sostener, y lo que queremos mejorar

A pesar del contexto complejo, seguimos eligiendo este camino porque creemos en la comunidad de clientes fieles que fuimos construyendo poco a poco durante estos años. Cada aguja que vendemos tiene detrás empleo, respeto por las formas, acuerdos formales con marcas internacionales, capacitación, reposición continua y un compromiso profundo con la calidad.

Eso no significa que creamos que todo está perfecto. Siempre hay procesos que pueden ordenarse mejor, decisiones que pueden revisarse y formas de comunicación que pueden afinarse. Escuchamos mucho a nuestras clientas y pretendemos estar en una mejora continua, ajustando lo que haga falta para ofrecer una experiencia más clara, más ágil y más coherente con lo que buscamos construir. Así como tambien desarrollar productos locales en calidades iguales o superiores a las que se consiguen en el exterior y con precios muy competitivos!

Gracias por acompañarnos incluso cuando el contexto nos exige más de lo razonable. Sabemos que muchas personas aprovechan sus viajes para comprar herramientas y accesorios afuera, y nos parece lógico: quien tiene la posibilidad, la aprovecha. Es parte de la realidad de nuestro rubro. Competir nos obliga a reafirmar nuestro compromiso por la calidad y el servicio y buscar nuevas formas creativas de seguir vigentes. Y creemos que ahí es donde BUDETEX encuentra su lugar: como un complemento necesario y compatible, ofreciendo lo que un viaje no puede ofrecer—continuidad, garantía, asesoramiento, disponibilidad y un punto de encuentro y de referencia estable. Gracias por seguir eligiéndonos aún en un escenario complejo, y por entender que detrás de cada producto que llega al país hay toda una estructura detrás, exigente y valiosa que trabaja para que estos productos premium estén al alcance de todos, todos los días.

Seguimos acá, tejiendo a tu lado, puntada a puntada.